Aquí teniu la ressenya de Juan Franco Crespo, autor del ràdioblog natureduca.com, sobre La batalla de las ondas en la Guerra Civil Española:
LA RADIO EN LA LITERATURA:
LA BATALLA
DE LAS ONDAS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
“Se puede quitar a un general su ejército, pero no a
un hombre su voluntad”
[Confucio]
Autor
Daniel Arasa Favà, Editorial Gregal, Maçanet de la Selva, 327 páginas, 2015, info@gregal.cat.
Un
nuevo ejemplar de temática radial ha visto la luz y arroja bastante
imparcialidad [algo de lo que no andamos sobrados cuando nos adentramos en
texto sobre la Incivil]
en un mundo donde “todos” barren para su casa.
En
algunas reseñas anteriores hablé [mejor decir escribí] sobre libelos o
panfletos que, en algunos casos, valieron para dar el doctorado a cualquiera
[se desprestigia el doctor y se desprestigia la universidad que da el “papel”].
Hoy tengo que decir que no estamos ante unos hechos novelados, sino “historia”
de la buena aunque, como en todas las cosas, a veces se escape la sonrisa o la
incongruencia por una pequeña desviación en un tema que levanta ampollas y, más
de uno, todavía está dispuesto a batirse los callos.
Ciertamente
hay infinidad de matices, pero el autor, el tortosino Daniel Arasa Favà no es
un primerizo en el tema de la historia escrita y eso da un plus que contrasta
con los “flamantes” doctores que saltan al ruedo sin paracaídas y crean simples
panfletos o soflamas sin cuento que nadie debería realizar a estas alturas de
la vida, mucho más cuando “es tarea del historiador depurar los mitos,
despojándolos de falsos aditamentos” [página 54].
Se
trata de un libro sobre la radio que podría encuadrarse dentro de la serie de
“la radio en la oscuridad” que décadas atrás nos obsequiaba la inolvidable
Radio Nederland aunque, en este caso, teóricamente, todos conocían quién era
quien en el problemático mundo hertziano del ruedo ibérico. La dificultad en el
tema no deja de ser insalvable y es ahí donde Arasa parece no logra avanzar o
simplemente acceder a documentación de otras zonas geográficas donde,
reconozcámoslo, no deja de ser una tarea de quijotes y no siempre se sale
airoso del envite. A veces es un simple golpe de suerte el que te pone tras la
pista, hay bibliografía y datos accesibles que no han sido consultados a pesar
de constar en el Archivo de la
Generalitat en la
mismísima Barcelona [p.e. los fondos PSUC 1936-1977 que, al estar catalogados,
permiten una consulta selectiva y ganaría en rigor esta postrera Batalla de las
Ondas] o la búsqueda de emisoras que no siempre localizamos pero que se
emplearon en publicaciones diexistas, sobre todo las que emitían en onda corta
y que se recogían en los listados de las revistas de radioaficionados [sería el
caso de Radio Guardia Civil que confirmaba con una QSL que es una joya de su
tiempo pues este tipo de tarjetas no son muy frecuentes en época de conflictos
armados donde la onda corta demostró su vigencia].
Hay
que destacar, y agradecer, la gran cita bibliográfica que abrirá el camino a
cualquiera que quiera saber algo más sobre el uso [o mal uso, porque la verdad,
el medio no tiene la culpa de cómo el bípedo llamado humano lo utiliza, quizá
por eso se estén desmontando en este XXI todas las emisiones analógicas y nos
estén llevando, como a las ovejas, al matadero sin darnos cuenta porque con un
solo “clic” se puede eliminar de la red lo que se tercie y dejarnos en la
penumbra por mucho que nos hablen de libertad mientras nos vacían el cerebro y
los bolsillos] del gran invento de la radiodifusión.
Debemos
congratularnos por este magnífico aporte que, indudablemente, a muchos les
sorprenderá porque no hace concesiones, avisa claramente de sus predilecciones,
quizá por aquello de querer nadar y guardar la ropa en una época histórica
donde lo políticamente correcto -y con ello la hipocresía y la mentira- arrasó
nuestra adormecida sociedad en la que todo son apariencias y se esfumaron los
valores [en ocasiones, si los tienes, el sistema se cachondea del ciudadano y
para muestra tenemos las compañías de comunicaciones de nuestro tiempo, por no
meter en el mismo saco a las escandalosas actuaciones de la banca que, a la que
te descuidas, deja a CERO tu cuenta por inactividad y, encima, te pasan la
factura por mantenimiento a unos intereses que ríete de los prestamistas y
usureros; y todo dentro de la legalidad. ¡Faltaría más!].
Personalmente
revisaría [por si hubiera una futura reedición] y puliría alguna que otra
incongruencia o redundancia. Por ejemplo ¿tanto cuesta unificar criterios y
colocar simplemente Nacionales y Republicanos? Por lo visto sí, y en lugar de
una sistematización que facilita la lectura y evita entuertos al lector, el
autor usa [o abusa] de nacional, nacionalista [término que entonces tenía una
connotación que en nada se parece a la que le damos hoy], franquista [término
acuñado tras su muerte], gubernamentales [republicanos], catalanización de
personajes o de topónimos [aunque los políticos puedan “blindar lo que les dé
la gana”, la lengua tiene sus reglas] que entonces no lo estaban [o ponerlos de
las dos maneras], reiteraciones, etc. En definitiva, se podría aligerar el
contenido sin perder un ápice de información ni de calidad narrativa, sólo se
requiere un ejercicio de síntesis o revisión cuidada de las galeradas.
Me
encantó comprobar algunos hechos que me narraron algunas personas que conocí en los sucesivos paseos por el célebre Frente
de la más sangrienta de las Batallas [por cierto los memoriales que se están
montando por la zona son buenos instrumentos, pero aún serían mejores si
hubiera menos intromisión o revisionismo histórico enalteciendo unos hechos y
condenando otros]: la del Ebro. La última vez que estuve por la zona, apenas
unos días antes de que apareciera este excelente libro de historia, un abuelo me
explicaba [yo estaba charlando con otras personas que nos encontrábamos allí
sobre la trayectoria de las balas cuyas huellas, del impacto, aún estaban sobre
la pared trasera del Ayuntamiento; personalmente argumenté que las huellas –a
más de dos metros de altura- eran de disparos realizados sin ánimo de matar
aunque, en un pelotón de fusilamiento, en esos críticos momentos, no puedas
negarte y, si lo haces, debes prepararte, de inmediato, para lo peor, así que
esas balas a dos-tres metros del suelo eran de aquellos tiradores que no
querían tener sobre su conciencia la muerte de nadie] que efectivamente estaba
en lo cierto: allí recordaba habían sido ejecutados, en los primeros días de la
contienda, en agosto del 36 los que no comulgaban con el estado de cosas en que
se desvió de inmediato el conflicto.
En
fin que muchos ya no podrán alegar ignorancia en unos hechos sobradamente
documentados por el autor, basta una sencilla muestra que nos sirva de
referencia en el terreno que nos preocupa, la radio:
-Las emisiones del bando republicano estaban
impregnadas de la ideología de los grupos que controlaban las emisoras [página
20].
-Los republicanos tenían las más importantes y
potentes emisoras del país [página 21].
-En la zona republicana todas las radios fueron
incautadas y en la franquista (sic)
no se desposeyó a sus propietarios de su titularidad [página 22].
-La presencia de varios sacerdotes que desde las ondas
del bando republicano atacarían a los nacionales. A ellos se refiere de manera
especial este capítulo [página 154].
-La vergonzosa orden del Estado Mayor del Ejército
Republicano firmada por E. Sáinz: “Todo soldado que abandone o pierda el fusil
será pasado por las armas” (conocía a un superviviente de esa terrible condena
y la amargura –al sobrevivir al fusilamiento- le acompañó toda su vida) [página
266].
-Los republicanos movilizaron 26 quintas (una cuarta
parte del total de los que estaban en el campo de batalla eran por lo tanto
menores de edad) frente a 15 de los nacionales [página 265].
Finalmente hay un par de cosillas que no me cuadran
cuando el autor escribe que las emisiones al exterior las realizaban en onda extracorta (sic) o cuando cita el
Servicio MMundial
de la BBC en
¿1937?, que yo sepa ese servicio se creó en 1988 [inicialmente se llamó
Servicio del Imperio, cambió a Servicios Externos en 1940, para ser rebautizado
como Servicio Mundial de la BBC. Las
emisiones en idiomas extranjeros comenzaron en 1938, inicialmente fueron el
árabe y el español] cuando se comenzó a emitir las 24 horas en inglés su
célebre BBC WORLD SERVICE, hasta ese momento se agrupaba por áreas lingüísticas
y/o continentales, por ejemplo Servicio Africano que comprendía no sólo las emisiones
realizadas en los idiomas de este continente, sino también las del servicio
francés o inglés que estaba concebido expresamente para esa área. En el caso de
la lengua de Cervantes era el Servicio Latinoamericano y en un momento de la
historia fui acogido en la sede de la prestigiosa emisora británica a resultas
del concurso que sobre la boda del Príncipe Carlos realizó la sección española.
La incongruencia del sistema es que la
BBC tenía una audiencia estimada en los setenta [yo era uno
de sus monitores en España] de 300 millones de oyentes al día; hoy con
Internet, satélites, infinidad de emisoras de FM en los más apartados rincones
del orbe -a veces simplemente no emiten como he comprobado en algún viaje-
apenas llega a 150 millones. O sea, la tan cacareada adaptación técnica les ha
hecho perder mercado y, además, han dejado huérfanos a millones de personas por
la paulatina supresión de idiomas y áreas de destino… ¡Vivir para ver! Por
supuesto, la BBC
tampoco es lo que era y sucesivos escándalos la han ido bajando del pedestal.
Echo
en falta alguna bibliografía [que se me antoja de utilidad], por ejemplo la de
las revistas de los Clubes DX españoles que están en la Biblioteca Nacional
e incluso publicaciones de radio de la época; algunas publicaciones
norteamericanas informaban sobre el contenido, aunque escueto, en algunas
emisiones de radio del conflicto; podría incluir aquí las célebres Memorias de
Pasionaria que prologase Vázquez Montalbán o algunos opúsculos del SIM
realizados en aquella aciaga etapa en que sus servicios estaban ubicados en
Barcelona o los célebres boletines de escucha que un día cayeron en manos de un
estudioso hace pocos años y que considero [mientras no se demuestre lo
contrario] sería el primer material genuinamente DX editado en España. También
hubiera sido de interés una mayor aportación gráfica de un medio tan diferente
al actual.
Y
hasta aquí la reseña del bien ejecutado trabajo de Arasa. Puntúa alto y eso le
honra en un mundo de mediocridad. Felicitémonos y felicitemos al autor por este
buen trabajo. Gracias maestro por devolvernos la confianza a los lectores [hay
un libro de reciente aparición dedicado a La Pirenaica, tan
tendencioso, que no logro superar la barrera de la página cincuenta a pesar de
llevar medio año sobre la mesa; vaya que casi me dan arcadas cada vez que le
hinco el diente y eso que fui uno de los primeros españoles que consiguió la QSL de esa histórica
radioemisora “La única emisora española sin censura de Franco” como bien reza
la leyenda que lleva la tarjeta inspirada por Picasso]. A estas alturas de la
vida uno quiere “calidad literaria” y no “cantidad de soflamas huecas”. Basta
de lisonjas y los historiadores a lo suyo: hacer historia, no libelos o
panfletos infumables que, a veces, se pagan con los chavos de todos, gracias a que el autor tiene línea directa con la célebre
“casta”.
En
fin tenemos un libro sobre radio que merece la pena conocer. Sus 20€ es una de
esas inversiones que un jubilado siempre se puede permitir aunque lógico sea
decirlo: republicanos o nacionales acérrimos no deberían hacerse con él por
aquello de tal vez descubrir algo que no les agrade, aunque el autor lo
documente y justifique sobradamente.